Doctrinas Fundamentales

La teología de la misión cristiana ha sufrido cambios drásticos a lo largo de la historia de la iglesia, particularmente en el siglo veinte. Encuentro con la teología de la misión provee claridad bíblica e información globalizada respecto a la misión de la iglesia en el siglo veintiuno. Eruditos reconocidos en el tema exponen la teología bíblica de la misión, proveen un panorama histórico de la misión en cuanto al desarrollo de varios puntos de vista y tratan temas teológicos actuales en la misión mundial desde una perspectiva evangélica. Ofrecen además acercamientos creativos que ayudan a responder las preguntas más controversiales en cuanto a la teología de la misión y a la práctica misionera hoy.

¿Qué papel debería desempeñar la mujer en la Iglesia? ¿Puede ejercer el pastorado? ¿Puede formar parte del Consejo de la iglesia? ¿Puede enseñar a los hombres? Ni siquiera aquellos que defienden que las Escrituras deben determinar nuestras respuestas en el tema logran ponerse de acuerdo sobre lo que estas enseñan en cuanto al mismo. Y, en la mayoría de las ocasiones, las diferentes posiciones no se escuchan las unas a las otras.

Esta acreditada obra de John Piper es utilizada masivamente como libro de texto de misiones en Seminarios e Institutos Bíblicos, y de la misma se han vendido ya hasta la fecha más de 200.000 ejemplares. Se basa en textos bíblicos claves para demostrar que el fin último y primordial de la iglesia es la adoración; y que una adoración apropiada impulsa a la acción misionera. Mediante una defensa bíblica de la supremacía de Dios en todas las cosas, establece las bases teológicas para la obra misionera. Debate el tema espinoso de si Jesús es el único camino a de salvación y qué sucede con los que nunca han tenido la oportunidad de escuchar el evangelio.

Cada iglesia local puede beneficiarse de este recurso útil para construir una estructura de liderazgo saludable.

Es absolutamente esencial que la iglesia se perciba a sí misma como una institución para la gloria de Dios. Cristo nunca tuvo la intención de que los líderes de la iglesia fueron elegidos por antogüedad, ni comprados con dinero ni que lo fueran por herencia.